Yo escribo, tu escribes, el escribe, nosotros escribimos. Todos leemos!!

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domingo, 29 de agosto de 2010

Caín, de José Saramago

Condenar a Caín otra vez


Sí, desde hace algún tiempo tengo la impresión de que no hemos sabido condenar a Caín y en esa mala condena se esconde una absolución gracias a la cual Caín vive confortablemente entre nosotros. Desde hace ya un buen tiempo tengo esta sensación de caminar codo a codo con Caín, de verlo responder airado, ¿acaso soy yo responsable por mi hermano?

Y Saramago me preguntó:
Qué diablo de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín...

Y yo me pregunto
¿qué diablos de hombres somos que queremos enaltecer la ira y la codicia que permite matar a los hermanos?

¿Y si lo fuéramos? ¿Y si somos responsables por nuestros hermanos?

lunes, 23 de agosto de 2010

El cuento en el que nace mi cuento

Es que somos muy pobres

Publicado el 11 de diciembre de 2008 por Martín Gaitán

Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.

Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.

El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño.

Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.

A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara la corriente.

Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río en muchos años.

Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina, la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos.

No acabo de saber por qué se le ocurriría a la Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen.

Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó como sólo Dios sabe cómo.

Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.

Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.

La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima.

Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.

Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quién se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita.

La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre. Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere.

Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie. Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: “Que Dios las ampare a las dos.”

Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención.

— Sí —dice— le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que acabará mal.

Ésa es la mortificación de mi papá.

Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.

Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.

Esta entrada fue publicada por Martín Gaitán el 11 de diciembre de 2008 a las 23:40hs y está archivada en textos y pretextos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Para quejatarios y quejetas.

En días pasados viví esta historia en mi computador, la recogí y la envié como respuesta a un correo de un amigo y con ello, me puse en la cadena que estaba tratando de romper. Así es la vida, dirán algunos, Facundo Cabral diría que hay los que tratando de joder, se jodieron,

Esta es la historia...

Hace algunos días, de hecho un lunes en la tarde, empecé a ver con repetición los mensajes que algunos amigos conocidos y otros desconocidos enviaban para quejarse de un servicio, no diremos cual, pues al fin y al cabo ni siquiera tiene importancia.

Yo los recibía pues todos enviaban sus mensajes con copia a los amigos, entre los que me contaba yo; La mañana del martes empecé a notar como algunos mensajes de esos cuasi-amigos virtuales, respondían molestos por ser enterados de quejas que no les interesaban, mejor dicho que empecé a recibir mensajes en los que algunas personas se quejaban de las quejas de los primeros, claro que ahora ya eran más, y muchos de los recibidos ya ni siquiera eran mis cuasi amigos, sino los cuasi-amigos de otros amigos, mejor dicho desconocidos, que habían difundido sus lamentos haciendo copias a sus amigos. Al final de la jornada, los mensajes se habían multiplicado sustancialmente. Yo seguí leyendo y borrando mientras me sentía en un casi divertido juego de quien le escribe a quien y porqué.

Al medio día del miércoles esto ya había pasado de lluvia a aguacero con todos los mensajes de los que escribían, y siempre con copias a los amigos, para quejarse por los mensajes de los primeros y de los segundos, que ya sumaban o mejor multiplicaban sus mensajes con los mensajes de los movimientos de apoyo o de rechazo, de los primeros y de los segundos y de los amigos de los amigos. Si recibí algún mensaje del servicio objeto de la queja ya ni me acuerdo, o no lo vi en medio de ese diluvio de mensajes.

A las 2 de la tarde del miércoles se despertaron los administradores del sistema que vieron inundados de mensajes todos sus servidores, al final de cuentas, nadie se estaba quejando de SUS servicios, ellos son solo los encargados del canal de transmisión del mensaje, pero los mensajes estaban deteriorando la calidad de su servicio, así que ellos también se quejaron en forma abierta a TODOS los usuarios, se lamentaron de esta situación en la cual no tenían culpa, y enviaron y enviaron mensajes pidiendo, suplicando y finalmente EXIGIENDO que todo el mundo parara de enviar mensajes. Y aquí volvimos a empezar, pues con los respectivos mensajes de apoyo y rechazo a los mensajes de los técnicos se desató una nueva oleada masiva de correos.
Los que apoyaban y los que rechazaban y los que se quejaban, mas los que simplemente pasaban y comentaban lo divertido de este sin salida. Ya nadie se acordaba del servicio objeto de la primera queja, que había pasado al olvido total.

El jueves a las 3 de la tarde la que se despertó fue la ira de los administradores del sistema que en cuestión de horas vieron colapsar su servidor con los mensajes de quejas ya mencionados, multiplicados por las reacciones de apoyo y de rechazo a sus propios mensajes técnicos. Pero claro, ya eran casi las 4 de la tarde y ante el colapso solo queda re-formatear. Empezar esta tarea de recuperación era cosa larga, así que su grito de ira fue también un grito de alivio, pues ante esta situación de la cual según ellos no tenían culpa, el paso lógico e inmediato era fácil: hay que reformatear, pero lo haremos mañana.

Al día siguiente, viernes, vinieron los ingenieros que se tomaron todo el día para re-formatear el sistema y crear las barreras necesarias para que esto no volviera a suceder.
El viernes a las 4 de tarde todo volvió a la normalidad.

La crisis duró 5 días, contando el día que se tomó volver a poner el servidor en función y durante el cual nadie pudo trabajar, excepto los informáticos; lo cual no fue un problema pues era viernes. Es de imaginarse que nadie había trabajado durante los dos días que precedieron al colapso, es decir miércoles y jueves y el calculo es fácil con el número de mensajes, el tiempo promedio por mensaje y la cantidad de personas implicadas en el asunto. Aún no sabemos si entre estas personas afectadas por el paro de 3 días estaban los funcionarios que trabajaban en el primer servicio objeto de queja, como tampoco se sabrá nunca si ellos llegaron a corregir algo.

La semana siguiente, pues todo esto había comenzado un domingo en la noche cuando alguien decidió contestar un mensaje recibido, los que se quejaban siguieron quejándose en silencio, pero tratando de encontrar solidaridad en otros quejatarios (suena menos mal que quejetas); los que se quejaban de las quejas siguieron reuniéndose en lugares públicos, tratando de encontrar solidaridad en otros solucionarios (pues aunque estos quieran creérselo, ellos no son revolucionarios, solo son solucionarios), los que se quejan por los mensajes indeseados bloquearon a unos y a otros y los informáticos cobraron extra por reformatear el sistema una vez más.

Derechos reservados sobre este cuento, que es fruto de mi interpretación de los hechos (incluido el correo original) desde una visión un poco mas exagerada. Si lo difunden por internet espero guarden mis derechos de autor. Yo también sueño sueños, pero no creo en soluciones fáciles ni rápidas. Las largas enfermedades requieren largos periodos de recuperación y un tratamiento integral.

RutMaDG
Escrito en Vancouver, un lluvioso domingo de agosto entre las 9 y las 10 de la noche.

martes, 17 de agosto de 2010

La llegada de Odyseo

A algunas Penélopes les pasa que por estar tan concentradas en su tarea, no levantan los ojos completamente, asi que cuando su Ulises llega, -llamémoslo así por pura fidelidad al titulo del blog- solo ven los harapos que se arrastran y en los que, sin que ellas lo sepan, se esconde el héroe de esta odisea.
Otras hacen su tarea de memoria y no quitan sus ojos del horizonte, de manera tal que nuestro héroe, todavía envuelto en harapos, pasa totalmente desapercibido, confundido con la miseria del mundo que ellas no quieren ver.
Para estas Penélopes, esta espera es una auto condenación.

Nota: El genero másculino y la referencia a un ser humano es puesta por el lector, para quien escribe, todavía no está clara ni la naturaleza (humana o divina) ni el genero (animal, mineral o vegetal) ni el estado (material o espiritual) ni la existencia (real o proyectada) de este Ulises-Odyseo del cuento, al que nos empeñamos en esperar.